Tócala otra vez, Asier

Por La zurda de Koikili Jun 18, 2023

Asier Villalibre se ha ganado la oportunidad de volver tras ponerle el broche de oro a una prolífica cesión en el Deportivo Alavés

Esta vez no la quiso sacar por respeto a los aficionados del Levante, pero la trompeta de Villalibre aguarda al acecho para la celebración de un ascenso histórico a la vez que agónico. Porque el Deportivo Alavés ha regresado a la élite del fútbol español un año después de su descenso después de vencer 0-1 al conjunto granota con un gol en el minuto 129 de partidos. Y fue Asier quien convirtió el deseo en realidad. Lo hizo desde el punto fatídico, con sangre fría, y confundiendo la presión del error. “Tenía claro que lo iba a marcar” dijo al terminar el encuentro. Solo podía ser él. Tres semanas después de fallar una ocasión ante Las Palmas que podría haber supuesto el ascenso directo, el ‘Búfalo de Gernika’ se redimió. Las lágrimas de un futbolista que podría ser tu amigo fueron las lágrimas de todos. Porque se lo merecía. Como también se merece una nueva oportunidad para brillar con la rojiblanca.

Un eterno quiero y no puedo. Desde su debut en 2016, con 19 años y multitud de goles en el filial, Asier ha sido la gran esperanza para el aficionado de San Mamés. De hecho, en sus dos primeros partidos ya dejó dos asistencias, generando ilusión y expectativas. Lo habitual de cuando un joven canterano encaja con los mayores. No obstante, terminó esa temporada cedido en el Numancia tras vagar entre el Bilbao Athletic y primer equipo. Fueron seis partidos en los que no marcó, pero sí sirvieron para la permanencia del cuadro numantino. De cara al próximo curso, y con la necesidad de curtirse, se marchó cedido al Real Valladolid, pero el gran estado de forma de Jaime Mata no le permitió ganar continuidad, y terminó el curso en Lorca. Sin poder consolidarse, volvería al filial en 2018, donde terminó el curso como máximo goleador con 23 tantos. Pese a sus infructuosos pasos por Segunda División, Villalibre terminó convenciendo, y de la mano de Gaizka Garitano se asentó.

Desde entonces han sido 13 goles en 101 partidos. Cifras escasas para un delantero que, sin embargo, se ganó a la afición, especialmente en la final de la Supercopa, donde fue futbolista clave y donde la trompeta derribó la puerta. Jugando mayoritariamente minutos residuales, las ovaciones a Villalibre siempre han sido tradición. Jugador humilde, trabajador y luchador. Que en sus años mozos se perdió parte del play-off de ascenso con el Bilbao Athletic para estudiar la Selectividad, que no luce ropa cara ni coches en su Instagram, y que con el tiempo se ha ido dejando una barba que da miedo. Un perfil de los que quedan pocos, pero que cuando aparecen, se agradece. Cercano y campechano. Incluso entrañable. Villalibre es diferente, y aunque el sueño de muchos era verle triunfar en San Mamés, nunca consiguió reafirmarse. Es por ello que la cesión en Vitoria, aunque doliera, era necesaria.

Como cuando un padre se despide de su hijo antes de los campamentos. A veces da cierta añoranza, pero confías en que se divierte y vuelve con ganas de más. Pues eso ha sido lo que ha sucedido este medio año de Villalibre en el Alavés de Luis García Plaza. 20 partidos y seis goles. Uno de ellos el más importante de la temporada. Asier ha cumplido con nota. Quizá en ciertos momentos perdió protagonismo. También le ha faltado esa participación en el juego que a veces se le pide a un nueve. Pero la determinación la ha tenido. Y por supuesto, tampoco ha faltado la garra. Y eso a veces va por encima de todos. Como en el fútbol de antaño. Donde el delantero era un tormento para las defensas y era la gran referencia en cuanto a goles. Nada más.

Asier Villalibre todavía no se ha despedido de Vitoria. Ahora toca celebrarlo, y la trompeta no faltará. El Glorioso vuelve a Primera, y con él lo hace una afición fiel, un Mendizorroza atractivo, y especialmente, un Villalibre todavía más curtido. No hay escusas para él. Se lo ha vuelto a ganar. De la misma forma que se ha ganado el corazón de todo babazorro. Vitoria es su casa, pero Bilbao lo recibe de nuevo con los brazos abiertos. Porque cómo decía la icónica frase de Casablanca, «Tócala otra vez, Sam», en las gradas de San Mamés también quieren música, y más si es la de Asier entonando su trompeta.

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