Ruperto Sagasti, el ruso que nunca llegó a Lezama

Por La zurda de Koikili Feb 1, 2024

Obligado a huir de Euskal Herria como niño de la guerra, Ruperto Sagasti se convirtió en uno de los hombres más importantes del fútbol soviético y estuvo cerca de dirigir Lezama en los años setenta

Madrugada del 13 de junio de 1937. Puerto de Santurce. Apenas quedan unos días para que los hijos de Mola desfilen por el barrio bilbaíno de Atxuri tras sobrepasar el cinturón de hierro en una batalla entre quienes un día fueron hermanos. Carlistas y nacionalistas vascos se daban la espalda dejando atrás aquellos tiempos en los que defendían la misma causa. Y es que la guerra civil seguía causando estragos, rompiendo familias y allanando la larga sombra de la dictadura que estaba al porvenir. Mientras tanto, 4.330 niños y niñas se despedían de sus padres para subir a bordo del carguero “Habana” con destino al puerto francés de Pauillac. Tenía que ser algo temporal, pero para muchos, fue el comienzo de una nueva vida. Alejada de sus orígenes y con la incertidumbre del destino siempre presente. Jóvenes como Ruperto Sagasti, al que la suerte llevó a ser uno de los hombres más importantes para el fútbol soviético, y al que el Athletic Club trató de persuadir sin éxito.

Nacido el 27 de noviembre de 1923 en la localidad navarra de Cabredo, a cuarenta y cinco kilómetros de Iruñea, Ruperto Sagasti se trasladaría a Bilbao junto a sus padres poco tiempo después de ver la luz. Sin embargo, su estancia en la capital fue cuanto menos efímera. Los tambores de guerra retumbaban, y con apenas 15 años se vio obligado a embarcarse junto a miles de niños ante el asedio de las tropas franquistas a la localidad vizcaína. Los llamados niños de la guerra, aquellos que entre 1937 y 1938 fueron evacuados a diferentes países europeos durante el transcurso de la Guerra civil española con el objetivo de encontrar refugio. Niños de familias republicanas de entre 3 y 15 años que lo dejaban todo para empezar de cero. Y allí estaba Ruperto, que tras llegar a Pauillac y hacer escala en Burdeos, puso rumbo a Leningrado. Pero no iba solo, porque le acompañaba Agustín Gómez Pagola, otro de los españoles que dejaron huella en el fútbol ruso. Pero no abramos más frentes.

Buque “Habana”

Aquellos vascos recién llegados fueron mandados a la ciudad ucraniana de Odessa, donde vivieron en casas de acogida mientras eran despiojados, alimentados y vestidos, tal y como contaría años después Nicolás Gregorio Rodríguez, niño de la guerra que convivió con Sagasti, en una entrevista para El País. Pues bien, Ruperto ya dejaba sus primeros destellos con el balón, pero el estallido de la Segunda Guerra Mundial volvería a cambiar las vidas de muchos de aquellos niños. La invasión alemana a territorio ucraniano tras romper el pacto Ribbentrop-Molotov obligó a Sagasti a desplazarse para escapar de las bombas, refugiándose primero en Bakú y finalmente en Tifilis. Fue allí donde empezó su carrera deportiva. Tenía veintiún años, y el Krylia Sovetov Samara, el equipo de la aviación, le dio la primera oportunidad. De ahí pasó al Spartak de Moscú, el equipo del pueblo, con el que conquistó la Copa en 1950 desde el extremo derecho. No obstante, una grave lesión en la rodilla le obligó a retirarse antes de tiempo. Aunque intentó jugar en Letonia de la mano del Daugava Riga, el daño físico era irreparable.

Fue entonces cuando las autoridades soviéticas le pagaron cinco años de estudios en el Instituto de la Cultura Física. El ya por entonces conocido como Ruperto Rupertovich Sagasti no desaprovechó la oportunidad, y tras despuntar en las aulas, vivió su primera experiencia como técnico en las filas del Baznia, un equipo del noreste de Argelia. Allí se nutrió de conocimiento sobre el fútbol africano, y sumado a su pasión por fútbol sudamericano, Ruperto se convirtió en toda una eminencia. Gracias a su capacidad de comunicar empezó a impartir cátedra de fútbol en el mismo instituto que le había visto crecer en Moscú, formando a entrenadores e impartiendo un singular método de trabajo que permitió dar un salto de calidad al fútbol soviético. Así lo demostraba el primer título europeo a nivel de clubes que consiguió levantar el Dinamo de Kiev con la Recopa de 1975.

¿Y cuándo empieza su relación con el Athletic Club? Ruperto Sagasti se había convertido en un hombre conocido en el fútbol español ya que en cada cruce entre españoles y soviéticos siempre estaba presente, ya fuere como intérprete o ayudante. Precisamente el Athletic lo vivió de primera mano, y es que en 1973 se enfrentaban al Torpedo de Moscú en los dieciseisavos de final de la Recopa. Una eliminatoria resuelta por el conjunto vasco dirigido por el serbio Milorad Pavic y con leyendas como Iribar, los hermanos Rojo e incluso Ángel María Villar, sí, el de la federación. De ese primer contacto empezaron a surgir rumores en la prensa de la época. Se relacionaba a Sagasti con el club en un momento de apertura con la dictadura ya finalizada. El presidente José Antonio Eguidazu le había ofrecido en 1975 hacerse cargo de Lezama, pero la burocracia y las malas relaciones entre España y Moscú hicieron de esa propuesta papel mojado.

Archivo de La Gaceta del Norte

Pasaron cinco años para volver a escuchar noticias sobre el posible fichaje de Sagasti por el Athletic. Con Jesús María Duñabeitia en la presidencia, el Athletic anunciaba resueltas las trabas burocráticas para la incorporación del ruso. No obstante, la firma de Moscú nunca se selló y el fichaje quedó en la nada. Un cargo en Lezama que nunca ocurriría, porque según describió “El Periódico de Catalunya” en setiembre de 1980, el Gobierno español no permitió al club trasladara Moscú el dinero para pagar el traspaso de Ruperto a pesar de que las autoridades soviéticas ya habían dado el visto bueno a la operación. Pero la vinculación de Sagasti con el fútbol español acababa de empezar. Por si fuera poco, le quedaba un último contacto con el Athletic, y es que aquel mismo verano recomendaría el fichaje de Iker Zubizarreta, joven promesa venozalana e hijo de exiliados, que había destacado en el torneo futbolístico de los Juegos de Moscú. Se llegó a plantear la opción de un referéndum entre los socios para saber si la operación podría suponer violar la filosofía, pero el aviso de la RFEF de que lo inscribiría como extranjero le hizo renunciar. Una historia que merece su propio espacio, mucho más en tiempos donde varios se plantean llevar la filosofía a debate.

Volvamos a Sagasti. Soplaban aires de perestroika, y el mercado ruso empezaba una opción real para los clubes españoles. Así fue como en 1988 Sagasti viajaba a Sevilla para ser intérprete del guardameta Rinat Dassaev. Uno de los rostros de esa Unión Soviética multicultural y el heredero de Lev Yashin, que, tras unas complicadas negociaciones, firmaba por el equipo de Nervión para las tres siguientes temporadas. Debutaría el 30 de noviembre ante el Real Madrid, convirtiéndose en el primer soviético de la liga. En diciembre de ese mismo año, Sagasti volvía a Moscú, no sin antes dejar un recado a quienes fueron sus compañeros en la capital andaluza. “Esta gente de Sevilla parece que se come las letras, entiendo mejor el castellano de mi hija que nació en Moscú”.

No sería la última operación de Sagasti. Escudado por el agente Iñaki Urkijo, que más adelante trabaría en Lezama como director deportivo a los órdenes de Fernando García Macua, fraguaron una sociedad que consiguió llevar a varios jugadores de la antigua Unión Soviética a la liga. Con los informes de Ruperto, el representante consiguió cerrar los fichajes de jugadores como Moj, Galyamin, Kuznetsov y Korneiev al Espanyol, el de Karpin a la Real Sociedad o el de Mostovoi al Celta. Otros como los de Ulianov y Shustikov al Racing o el de Rachimov al Valladolid no tuvieron la misma suerte. Un total de 22 futbolistas que aterrizaron a España procedentes del mercado soviético. Alguno también se quedó por el camino, como el kazajo Edouard Son a principios de 1990, que tras ser ofrecido a Osasuna la operación nunca se cerró.

Iñaki Urquijo

“La vida fue injusta con Ruperto, fue una pena que el régimen franquista no le dejara fichar por el Athletic. En un mundo tan convulso como el del fútbol, él era un tipo campechano, noblote y muy reflexivo. Tenía ojo y mucho conocimiento. Me llamaba cada vez que veía un talento” comentó Urkijo para El País. La relación de Sagasti con el Athletic nunca se concretó. Sí con el fútbol ruso, donde continuó impartiendo cátedra hasta el final de sus días. Asiduo a visitar a su familia en Euskal Herria, Ruperto fallecería el 25 de noviembre de 2008, dejando un legado en el deporte soviético. Se cerraba un círculo que empezó sesenta y nueve años antes en el puerto de Santurce y terminaba en Moscú, mismo sitio que hoy celebra un torneo de mini fútbol en su honor. En honor de aquel hombre que aportó un pequeño grano de arena para hacer crecer al deporte soviético.

Fútbol ruso y Bilbao. Una relación con pocos precedentes. Tan solo tres equipos se han enfrentado al conjunto vizcaíno. El primero fue el Torpedo de Moscú en esa eliminatoria de recopa de 1973. Pasarían años para ver de nuevo a un equipo ruso en San Mamés. En esa ocasión se enfrentaron al Lokomotiv de Moscú en los dieciseisavos de la histórica Europa League de la temporada 2011/12. Los de Marcelo Bielsa abrieron camino a la final, dejando fuera a los rusos gracias al valor doble de los goles fuera de casa. Perdieron 2-1 en Moscú y ganaron 1-0 en La Catedral. Los dos tantos fueron de Iker Muniain. La última vez sería ante el Spartak de Moscú, también en dieciseisavos. Con Cuco Ziganda bajo los mandos, el Athletic consiguió eliminar al que en su época fue equipo de Sagasti tras vencer en la ida por 1-3, pero caer en San Mamés 1-2 (aquel día marcó Etxeita).

Texto realizado gracias a los artículos de Beñat Zarrabeitia en Naiz y Miguel Ángel Lara en Marca.

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