Hace ya trece años que San Mamés se puso de acuerdo para entonar al unísono un “Zorionak zuri” que ni los mayores del lugar recordaban haber escuchado en el estadio. Lo hicieron en el momento de la salida al terreno de juego del chaval que había debutado pocos meses antes con 16 años y ya encandilaba a propios y a extraños con sus caracoleos y su desparpajo. Aquél 19 de diciembre de 2009 dejó esa curiosa anécdota en los últimos años de La Catedral de toda la vida, que tuvo en sus últimos años la fortuna de ver nacer futbolísticamente a un rubicundo diablillo que acabaría por hacerse capitán de su club.

Hoy nos encontramos apurando este extraño año 2022 y resulta que de todas las dudas y certezas que teníamos entonces, nos sigue tocando felicitar cada año a Iker Muniain, que ya no pasa por una promesa que ilusiona, pero que se ha convertido en pieza imprescindible para el fútbol del Athletic y para los cenizos del club, siempre dispuestos a subrayar la importancia del jugador navarro al cargar contra él todas las culpas y críticas en periodos de vacas flacas.
En cualquier caso, y con el permiso de Óscar de Marcos, Iker es el jugador que queda de aquél año europeo con Caparrós y ya lleva dando guerra a los rivales del Athletic en tres décadas diferentes, llegando a jugar seis años en Europa League, uno en Champions y a levantar dos títulos con el Athletic, uno de ellos como capitán. Tremendo bagaje del que va a convertirse en el tercer jugador con más partidos de la historia del club este invierno, acumulando a fecha de hoy 510 partidos oficiales, cifra que podría ser sonrojante si no hubiese pasado por dos graves procesos de lesión.

Sea como fuere, Muniain es ese jugador que eligió ser leyenda en el club que lo formó. Eso que solemos tildar de utópico fue lo que nuestro capitán convirtió en su trayectoria profesional. Para 2023, el Athletic se ha conjurado para volver a Europa, ya que es ahí donde el equipo debe volver a asentarse, por motivos deportivos, económicos y sentimentales. A nadie (sin marcas en la sien de enroscarse la boina) se le escapa que la manera de llegar al viejo continente es a través de ese loco bajito de nuestro equipo que hoy está de celebración.
El problema es que este tipo de futbolista se sabe especial desde demasiado joven, y eso es caldo de cultivo para un ego difícil de manejar, pudiendo crear “millonarios prematuros” con facilidad. Algunos no le perdonan eso, ser especial sale caro. Y si lo acompañas de salidas de tono, ya la tienes montada, aunque te pases diez años con apenas tachas, hay “San Benitos” que ya no se despegan. Hay gente que parece empeñada en vez las gamberradas del chaval que era hace doce años antes de los valores del señor que es ahora.

Porque no nos confundamos, el ‘10’ zurigorri ya no es Bart Simpson, sino un capitán como la copa de un pino y un aita de dos criaturas desde hace ya unos años. Para muchos puristas, hay otros en plantilla que les recuerdan a la imagen que tienen en su cabeza junto a la definición de líder de un equipo y no tardan en desprestigiar a Iker en cuanto pueden. Mientras tanto, el de la Txantrea sigue acumulando minutos con el brazalete bien pegado al codo y, sobre todo, dando el ejemplo dentro del campo que muchos intentan infravalorar por estética o por fotos de vacaciones. Él es el que se queda aplaudiendo al rival en la derrota o siendo educado en la victoria, y eso sí es Athletic.
Iker Muniain cumple treinta años, y no parece que vaya a dejar de jugar al fútbol por ahora. Sea de mediapunta o en banda; de titular o de revulsivo, no se entiende al equipo de Bilbao sin el jugador que lleva más de una década haciéndolo jugar. Estamos viviendo los días de fútbol de una leyenda del Athletic, a la que se le valorará cuando ya no se pueda disfrutar de él. De momento, divirtámonos con el rey del caracoleo y con el señor que ha estado en todos los momentos recientes del club. Por mi parte, intentaré saber cuándo hacer crítica constructiva y cuándo aplaudir, pero si a alguien le da por atacar sin sentido al jugador más leal al Athletic Club desde Guerrero y Etxebe, no dudaré en subir al pupitre al grito de “¡Oh, Capitán, mi Capitán!”
Zorionak, Iker!! Zorionak, kapitaina!!