Fundido en negro en la gran pantalla. Créditos, muchos créditos. Suena una música y el silencio es sepulcral. Solo las luces del auditorio son capaces de devolver a las masas a la realidad. La proyección ha terminado. Más de dos meses de informaciones diarias, rumores y supuestas verdades para un caso que ha dado de qué hablar desde Bilbao hasta Barcelona, y de Barcelona a Bilbao. Una Eurocopa y dos pretemporadas distintas en espera de una “decisión” clave para planificar el curso entero. De los nervios y la incertidumbre al hartazgo. Redes sociales en ebullición y medios bailando al son del compás, en busca de clics, en busca de reacciones. Pero, por fin, podemos decir que se acabó, al menos a dos fechas del estreno liguero en San Mamés.
Ha sido un verano intenso, y no precisamente por la Eurocopa ni por las Olimpiadas. El deporte ha pasado a un segundo plano mientras la espera por el regreso del Athletic se centraba en el nombre de un solo futbolista: Nico Williams. No hace falta explicar mucho más allá de lo que ya sabemos. Su explosión como rojiblanco y su fantástico torneo bajo la estrella de la federación despertaron el interés de un poderoso caballero. Hasta aquí, todo normal, dadas las circunstancias del mercado actual y el nivel de un perfil único y prometedor sobre el césped. Pero en esta ocasión, el guion se nos fue de las manos.
Un guion escrito por el peor de los directores. Esto bien podría haber sido uno de esos documentales de Netflix sobre deportistas, que no digo que sean malos, pero algunos rozan el espectáculo más que la mera realidad. Y, ajeno a todo ello, Nico Williams esperando recibir el diez. En Bilbao hemos acabado hartos. Hartos de mentiras, de informaciones sesgadas y de una campaña que rozaba el esperpento. Incluso se llegó a difundir un video en el que un doble de Nico paseaba por la ciudad condal. Todos lo hemos visto. La campaña desde Barcelona, sea o no filtrada por el propio club, ha rozado la vergüenza, y encima, ha construido un relato anti-Athletic que, a la postre, no ha hecho más que devolverlos a su realidad.
La prensa blaugrana ha tratado de alimentarse en una época de crisis y con necesidad de ilusionarse, como si de lanzar migas de pan a las palomas se tratara. Todas a una, sin control. ¿Estuvo cerca el fichaje? Eso parece que no lo sabremos hasta que el propio Nico decida, si es que quiere, alzar su voz. Cada una de las informaciones no ha hecho más que acrecentar la tensión en un entorno marcado por las redes sociales y la capacidad de cualquiera para volcar sus frustraciones. Que el comunicado de Jon Uriarte fuera tomado como una medida de presión no es más que un ejemplo del relato en el que algunos han vivido.
Bien por el Athletic, que más allá de las palabras de Uriarte no ha hecho más ruido. Bien por los medios que apenas han entrado en el trapo, y bien por el aficionado, que ha aguantado el chaparrón. No quiero imaginar lo que habrán pasado aquellos que viven en Barcelona: Nico Williams por doquier. Y no hay crítica hacia los culés que, con razón, se han ilusionado. Todos lo habríamos hecho. Pero, tras este verano, hemos visto una vez más lo nocivos que pueden ser los medios de comunicación y los supuestos periodistas, jugando con el futuro de un futbolista y, sobre todo, con los verdaderos protagonistas del fútbol: sus aficionados.
Fin de la ficción.
Imágenes de Getty Images.