A menos de un par de semanas para que se cumplan los 100 días del proyecto 3.0 de Valverde en el Athletic Club, encontramos al equipo acomodado en la cuarta plaza de la clasificación con cuatro victorias, un empate y una derrota. Desde que aquel 4 de Julio arrancase la pretemporada del primer equipo, los jugadores han demostrado que se puede proponer otro fútbol y llegar con más efectividad arriba sin descuidar la faceta defensiva, prueba de ello son los 12 goles a favor por los 4 en contra.
Puede que aún sea pronto para valorar todos los matices de esta propuesta más evolucionada de Valverde pero, dado que nos encontramos en uno de esos nunca oportunos “parones FIFA”, resulta inevitable pararse a reflexionar sobre este inicio con Txingurri a los mandos del equipo, a pocos días de recibir al Almería para abrir la séptima jornada liguera en San Mamés.
Por el momento, se percibe mucha ilusión, pero en realidad son pocas las sorpresas, ni en la formación, ni en la propuesta, ni tampoco en la cantidad de puntos cosechados a estas alturas, vistos los rivales que nos ha tocado enfrentar. Ya sabemos lo que tenemos si nos dirige Valverde, y sabemos que es la vía para ir a Europa, como es habitual con él. Quizás sean dos las mayores sorpresas en lo que va de temporada; la primera: la inclusión de un centro del campo compaginando a Sancet y a Muniain, que muchos tachaban de incompatibles por dentro; y la segunda sorpresa es que en Bilbao seguimos sin elevar a Ernesto Valverde al nivel que sus números y su propuesta merecen. Cosas del Athletic con los de casa, supongo.
Esta situación con el entrenador cacereño ya comenzó en una campaña electoral empeñada en comparar por lo bajo a los dos grandes (grandísimos) opositores al banquillo de La Catedral; parecía que sólo se podía alabar las virtudes de uno si se machacaban los defectos del otro. La cuestión es que ganó el entrenador que deja menos titulares. Ganó el entrenador que parece que va a las ruedas de prensa por obligación, como si prefiriese no ponerse a ese lado del micrófono y cuya actitud en su presentación pudo incluso parecerse a la apatía, cuando simplemente mostró la naturalidad del que no se ha ido. Al fin y al cabo, no hace falta hacer un maratón de vídeos del primer equipo si has ido siguiendo, jornada a jornada, las temporadas anteriores como cualquier athleticzale.
A Valverde se le ha criticado mucho, especialmente en su segunda etapa (la de cuatro temporadas seguidas en Europa y que le acabó colocando en uno de los mejores equipos del mundo), con críticas que iban desde el fundamento con ciertos puntos a mejorar, como la gestión tardía de los cambios; pasando por las relacionadas con su manera de llevar el vestuario, siendo el perfil de entrenador que es “amigo de los jugadores”; hasta los absolutos disparates que acusaban de aburrido su juego en 2017, sin saber los años que nos venían del más absoluto “amarrateguismo” y las ideas de juego tan dependientes del “patapum y pa’ arriba” que harían sonrojar al propio Clemente.
En fin, puede que lo hayamos criticado en ocasiones por encima de nuestras posibilidades porque es un entrenador que no da tanto de hablar y no suele entrar a la polémica. Su trabajo da frutos con regularidad y sus temporadas no suelen depender de tremendas remontadas, porque nunca suele estar lejos de sus objetivos en liga.
Durante las elecciones al sillón de Ibaigane se escuchó de todo, pero recuerdo la sensación de querer vender al actual míster como un entrenador “regulero”, uno del montón. Es posible que aquello fuese algún tipo de lapsus, porque lo que hemos presenciado en toda la carrera de Valverde es que se trata de un entrenador muy regular, en el sentido más relacionado con la fiabilidad, ya que, cuando un equipo de Ernesto empieza a carburar el liga, rara vez se encuentra con bajones en su recorrido.
Puede que ya sea hora de valorar a un profesional de casa por el que salivaríamos si fuese de algún equipo rival. Quizás toque de una vez entender al segundo entrenador con más victorias de la historia del Athletic como un técnico excelso. Podemos colocar al entrenador que logró clasificaciones continentales con regularidad en el sitio que merece en este club.
Por lo pronto, el Athletic puede acabar en posiciones europeas tras un más que asequible inicio de liga, habiendo ganando bastantes de esos partidos que “hay que ganar”. En el mes de Octubre vendrán los partidos exigentes que colocarán a esta plantilla donde merece, pero hasta que nadie demuestre lo contrario, hay hueco para la ilusión en la parroquia athleticzale.
Pase lo que pase, Valverde es historia de este club, y cuando decida que los banquillos y él ya se han dicho todo lo que tenían que decirse, confío en que se le despida y se le recuerde como uno de los grandes, pero sobre todo, como uno de los nuestros.
De momento, disfrutemos de su propuesta vistosa y alegre, que siempre nos malacostumbra a conseguir resultados excelentes con regularidad. Larga vida a Ernesto I “el Regular”.
Imagen portada: Quique García (AFP)