Con la pretemporada ya iniciada y el verano cerca de su ecuador; los athleticzales seguimos con cierto interés y mucha desgana la actualidad rojiblanca en las primeras vacaciones zurigorris como campeones de Copa del Rey desde hace 40 años.
Con más o menos orgullo por haber tenido 3 campeones de Eurocopa en la plantilla (y 5 canteranos), la verdad es que este Julio de 2024 será recordado por muchos como el verano en el que la prensa catalana y madrileña se empeñó en encontrar el límite de la paciencia de la parroquia del Athletic como no se hacía desde hace no menos de 10 años. No pasa un solo día sin que algún panfleto con más o menos tirada intente colar por noticia una suerte de rumores propagandísticos de Laporta y lo suyos; que ya dan por hecho que Nico Williams vestirá de blaugrana la próxima temporada, sin importar su contrato en vigor, los 60 millones de su cláusula o la opinión misma del jugador.
Cierto es que el pequeño de los Williams-Arthuer podría haber negado cualquier rumor sobre su futuro, pero tampoco culpemos a la víctima de su propio acoso. La única razón por la que se está dando todo este fenómeno (aparte de por la falta de valores de los de siempre) es por el temporadón del famoso Athletic Txapeldun. Nadie querría a un Nico que sólo hubiese marcado 2 goles y dado 3 asistencias en un equipo que se salvó en la última jornada. Lo quieren porque ha hecho buen año en el quinto clasificado y campeón de copa.
Entre el acoso al extremo por izquierda, la complicada y tensa renovación de Berenguer o los ataques por redes porque “sólo hemos ganado un título en 40 años”; al Athletic Club se le está poniendo cara de equipo grande. Triste como es que no se nos dé un verano tranquilo para disfrutar de la resaca de la primera gabarra del siglo XXI, creo que lo prudente es entender que esto va a ser pan de cada año si seguimos ganando títulos en Bilbao. La única manera de que nadie quiera ficharnos jugadores, de que las renovaciones sean sencillas o de que nuestros triunfos no levanten ampollas en los rivales es sencilla: ser irrelevantes. Al club del botxo eso no le sirve.
Parece que invito a conformarnos estas faltas de respeto, pero nada más lejos. Lo que digo es que tenemos que entender que el precio por ser importantes y campeones es, precisamente, el que se nos vea como el rival a batir y no como los entrañables amigos del norte que son nobles, pero ni nos hacen cosquillas. Este es el día a día de un equipo de fútbol que se sabe candidato a ganar trofeos cada año: aguantar como se pueda el chaparrón de dedos ajenos empeñados en acusar, quitar mérito o elegir al nuevo futbolista de moda para su colección de juguetes rotos.
En resumen, es hora de aprender a disfrutar de nuestros veranos haciendo oídos sordos a los buitres de la prensa y a los sabelotodo de internet. Este Athletic Club de Uriarte y compañía parece encarrilado para metas aún más grandes y, si no nos bastaba con volver a Europa con una nueva copa bajo el brazo; ya se están encargando los actores de siempre en servir de indicador de nuestro potencial. De momento, lagun zurigorri, toca disfrutar de la condición de vigente campeón de copa y volver a ilusionarnos con recorrer una vez más el viejo continente. E intentemos que cada ataque desde fuera a nuestros jugadores o nuestro club nos una más entre nosotros y nos haga más fuertes.
Ladran, athleticzale, señal que cabalgamos.
Muy buena la reseña. Toda la razón.