La selección de Luis Enrique ha caído esta semana derrotada en octavos de final del mundial de fútbol, dejando un pobre registro en la competición y alegrando a todos sus detractores, que esperaban desde hace ya tiempo con el cuchillo en mano el momento de cobrarse todas las que tuvieran guardadas. El técnico asturiano será sustituido por Luis de la Fuente, entrenador con bastante experiencia en la federación, exfutbolista del Athletic y un profesional mucho más discreto que su controvertido predecesor.
La mayoría de periodistas y analistas de los medios habituales se van a quedar en un análisis de la actitud del seleccionador y sus conocidos streams, haciendo absurdas afirmaciones de incompatibilidad entre hablar ante la cámara una hora por día y preparar cada partido. Es una lástima porque hay un análisis futbolístico mucho más profundo debajo de esa primera capa: el estilo de España no funciona.
Entre 2018 y 2022 han pasado varios seleccionadores y dos generaciones de futbolistas, pero España ha perdido de la misma manera y ante selecciones inferiores sobre el papel. Jugando siempre a un juego de posesión y presunto dominio estéril que no se traslada al marcador. El estilo que trabaja desde categorías inferiores ya no sirve. Lejos quedan los años del mejor Barça que nutría un conjunto nacional imbatible jugando a su plan de partido.
Si la selección de Las Rozas ha cometido errores de concepto, desde luego ha sido fiel a lo que se pretendía desde arriba. Viendo a Barcelona, Atlético u otros equipos, se entiende rápidamente que llevan diez o doce años buscando un juego similar, con más o menos matices, y que esto les hace fichar jugadores concretos para puestos específicos. No hay necesidad de convertirse en esclavo de una idea de juego, como ocurre con la selección española o con el Barcelona, pero visto el momento que atraviesa el conjunto bilbaíno cabe preguntarse: ¿a qué juega el Athletic Club?
En los mismos 12 años, el equipo bilbaíno ha contado a sus mandos con Caparrós y su juego sólido y amarrategui; Bielsa con la locura, el mimo de la pelota y el ataque en tromba; Valverde con el toque dentro del orden y la mesura; Ziganda con su estructura firme, trivote de altura y menos protagonismo; Berizzo con un fútbol de ida y vuelta y mucho ataque en teoría; Garitano con su táctica y una defensa de todo equipo; Marcelino con un bloque compacto y una presión muy alta y de nuevo con el Txingurri.
Sabiendo simplista el resumir cada entrenador en cuatro palabras, entiéndanse los estilos como demasiado diferentes para un equipo del que “sabemos a lo que juega”. Cada profesional en el banquillo ha adaptado algún detalle, a menudo referente a la altura de la línea de presión o a la intensidad de los jugadores en San Mamés, pero siguen pareciendo bandazos dentro de un club con 125 años de historia.
La defensa incansable y física, la presión asfixiante tras pérdida, el centro lateral apurando línea de fondo, la salida de contraataque en tromba o la efectividad ofensiva a balón parado son algunos de los ejemplos que muchos athleticzales entienden como parte de la liturgia de La Catedral del fútbol. Hemos pasado años sin muchos de los componentes que definen este club en el verde.
Como en todo club importante o en la selección nacional antes citada, la idea de fútbol debe nacer desde categorías inferiores. En Lezama se ha llegado a elegir jugadores por envergadura, se ha jugado hasta el hastío con formaciones rara vez vistas en el primer equipo y se ha abusado de pasar por encima de equipos rivales en categorías infantiles. En definitiva, se ha venido trabajando con excelentes profesionales dignos de Lezama, pero con unas “líneas editoriales” muy alejadas de lo que esta institución merece y necesita.
Suena la alarma y es la hora de despertar para los encargados de la selección que juega a acumular la nada. Y de paso, toca que en una de las canteras más prolíficas de Europa pongamos las barbas a remojar y no esperemos que la deriva de la dirección deportiva nos acabe hundiendo la gabarra. Si el Athletic Club va a cumplir 125 años jugando al football es por algo. Reflexionemos y estemos a la altura del equipo que defendemos.